
La estancia, generalmente amplia, oscura, con una ventana, mostraba las paredes, las vigas y las tablas del tejado, negras por ahumadas. A mediados del siglo veinte aparecen con techo de tabla, más claras y acogedoras.
En una pared, adosada a ella, sobresalía la chimenea con amplia campana, bajo ella se abría la boca del horno que ocupaba el cuarto de atrás o sobresalía en la calle. Más abajo estaba el llar, donde se hacía el fuego y se cocinaba. Del centro de la campana colgaban las abregancias (remayeras) para colgar el pote, la caldera o cualquier recipiente destinado a cocer los alimentos de la familia o de los cerdos. Bajo la puerta del horno, el hueco para la ceniza.
Cerca del fuego, y a ambos lados, estaban colocados dos escaños o escañiles y tras uno de ellos, la masera sobre dos caballetes, con su tapa de madera esperando el día del amasado. Arriba, en los varales, sujetos de las vigas, colgaba la matanza: chorizos, jamones, tocinos, untazas, morcillas, huesos adobados, lomos, botillos …
No podía faltar la alacena o algún armario, en los que se guardaban los cacharros: tarteras, jarros, cazuelas o el barril, todos de barro; sartenes, tarteras de porcelana y los cubiertos. En el suelo, alejados del fuego, los potes, los calderos con agua y el cántaro o la barrila. Al lado del llar, la trébede para poner al fuego sartenes y perolas.
Cuando llegaba la comida, se colocaba la mesa entre los escaños y todos con su cuchara saciaban su apetito en la tartera.
Por la noche, finalizada la cena y en las largas noches de invierno, acudían familiares y amigos al serano o filandón manteniendo, a la luz del candil, largas y entretenidas charlas mientras los hombres preparaban galochas, las mujeres cardaban, hilaban o hacían calcetines y los niños jugaban a las tabas o al parchís.
En la segunda mitad del siglo pasado se inicia, lentamente en los cuarenta y generalizado en la década de los sesenta, la habilitación de un espacio en la vivienda, más luminoso, para situar la nueva cocina de leña, la económica. Se colocaba también adosada a una pared junto con una meseta con el fregadero y una o unas puertas debajo para guardar recipientes y útiles de limpieza. Se completaba con el azulejado de la meseta, del frente y hasta de un zócalo en las restantes paredes.