Las dos actividades productivas tradicionales más importantes de la Maragatería fueron la agricultura y la ganadería. Hubo en algunos pueblos pequeños telares familiares, molinos, fraguas y, desde el primer cuarto del siglo XX, panaderías, molinos, aserraderos y talleres de carpintería industriales (en Luyego, Chana, Filiel, Santa Colomba, Santa Catalina …).
Las explotaciones agrarias eran pequeñas, sobrepasando pocas veces la fanega de extensión (cuatro cuartales). Si un vecino conseguía una finca mayor sus herederos la solían repartir entre ellos.
Los productos obtenidos en las cosechas servían básicamente para autoabastecerse las familias, produciéndose raramente excedentes que, llegado el caso, se vendían en las ferias de Lucillo y Santa Colomba o en la romería de Los Remedios. En Chana de Somoza en los años sesenta y setenta la mayoría de los vecinos adquirían semiente seleccionada de patata y obtenían buenas cosechas en su fértil vega, destinando gran parte a la venta a los almacenes de Astorga mediante un representante de estos en los pueblos (Jesús Arce).
La vivienda, las cuadras, los pajares, las tierras de secano y regadío, los prados y el monte formaban la explotación familiar, junto con una pareja de vacas o bueyes, un caballo o burro, gallinas, uno o dos cerdos y un atajo de ovejas.
En las fincas de secano se cultivaban principalmente cereales (centeno, trigo o cebada), algunas patatas, nabos y repollos; en las de regadío patatas, maíz, hortalizas y lino, y en los prados se producía la hierba y el otoño (hierba hecha en julio y agosto en los prados de las pequeñas vegas).
Las vacas, además de animales de tiro, proporcionaban leche y un ternero que se vendía para obtener algunos ingresos, imprescindibles para cumplimentar las necesidades familiares. A menudo, la mayoría de los vecinos tenía que vender los jamones de sus cerdos para poder afrontar los gastos de la casa. La feria de Lucillo era el escaparate donde se exponían éstos y otros productos, como huevos, galochas, calcetines, etc.
Los labradores, que al mismo tiempo eran pequeños ganaderos, estaban ocupados casi todo el año. En primavera se producía el abonado y arado de las tierras (la bima y tercia), la siembra del centeno seruendo, las patatas y hortalizas; en la primera quincena del verano se segaba y recogía la hierba, se regaban las huertas y prados, en la segunda quincena de julio se segaba y acarreaba el pan (centeno, trigo y cebada) y en agosto, ya en la era, se majaba o trillaba y se recogía la cosecha. En septiembre, alrededor de la fiesta del Cristo, recogidas la mies y las legumbres, se segaba el otoño y recién cortado se llevaba a los tendales (lugares más expuestos al sol) dado que en los prados recibía ya mucha sombra. El pedáneo, en concejo, sorteaba los tendales que previamente se habían marcado en las eras para que todas las familias dispusiesen de ellos. Al inicio del otoño se procedía al abonado de las tierras, se sembraban los cereales, se cortaba y secaba la hoja (roble y chopo) para alimento del rebaño en invierno, se recogían las patatas, remolachas, nueces y fruta. En los dos últimos meses del año tenía lugar la matanza: cada familia sacrificaba uno o dos cerdos, si era muy numerosa tres. También se acostumbraba a matar una vaca para cecina y algunas cabras.
Al final del invierno se recogían las hojas de los prados, se amontonaban y quemaban o servían de abono para las huertas.
Las personas que tenían ganado debían atenderlo adecuadamente. Las vacas se “echaban” a la vecera o vacada, que, por riguroso turno, era cuidada por tres personas. Las ovejas, de la familia y de otros vecinos, eran atendidas generalmente por uno de los hijos, a veces menor de catorce años, que durante los meses de invierno era sustituido por el padre para que pudiera ir a la escuela.