Son huertas situadas en las riberas de los ríos, a veces dentro del pueblo, fértiles y de regadío, bien
abonadas y cultivadas con esmero. El agua procede del río mediante zayas (canales) bien conservados o de fuentes lejanas que por regueros (en tiempos recientes sustituidos por tuberías de plástico) la acercan a los depósitos hechos en las partes altas del pueblo (Andiñuela). Las presas se restauraban por hacendera, una persona por vecino, en primavera y cuando se había concluido la recogida de la hierba se repasaban colocando terrones cortados en los prados vecinos. La zaya conducía el agua a lo largo de la vega que, luego, mediante acequias llegaba a todas las fincas.
Las huertas se abonaban al inicio de la primavera con el estiércol de las propias cuadras. Se extraía con el carro y se iba depositando en montones en los linares. Posteriormente, en el momento del arado, se esparcía por la finca con la forqueta y se cubría con otra vuelta de la tiba. En la primera quincena de mayo comenzaba la siembra de las patatas y de la remolacha. En casa se partían aquellas en trozos, se les echaba ceniza, y en talegas esperaban su destino. El agricultor y su familia con la tiba y las talegas en el carro se dirigían a la huerta. Dispuesto el arado en el linar inician la labor, cuando echan el segundo surco dejan caer pedazo a pedazo la simiente y así, sólo en los pares, hasta finalizada la huerta. En junio, cuando comenzaban a verse las primeras ramas, se le pasaba el rastro con la pareja de vacas para deshacer las costras de tierra y quitar las hierbas. Más tarde, cuando ya había finalizado la recogida del heno, las gentes comenzaban la cava (mullir la tierra) de las patatas, con la jaja o xaxa (azada triangular). Con el crecimiento de la rama era necesario hacer los surcos más altos para que se pudieran realizar las riegas, el asucado.
La siembra de la remolacha se hacía en un semillero abrigado, normalmente situado en un pequeño huerto. Una vez que la tierra de la finca estaba preparada, se arrancaban las plantitas (a veces se adquirían en el mercado de los martes de Astorga) y mientras uno hacía con la jaja una hoya en el suelo, otro introducía su raíz en la tierra y un tercero (muchas veces un niño de la casa) con la regadera iba llenando dicha poza de agua. A los pocos días había que volver a regarlas para asegurar su arraigamiento. A finales de julio se hacía lo mismo con los repollos aunque estos eran menos exigentes con el agua.
En los huertos se acostumbraba a sembrar o plantar lechugas, tomates, pimientos, judías y zanahorias para la alimentación familiar.
Los productos de la huerta, además del consumo de la familia, se destinaban principalmente a la ceba de los cerdos y a la cría de gallinas, corderos y cabritos; solo en ciertos casos se vendían los huevos sobrantes, algún cerdo o pollo. Los corderos o cabritos sí que eran destinados a la venta, como complemento de la economía propia.